domingo, 3 de enero de 2010

Intentos de golpe de estado en la transición












El peso de los militares en la transición a la democracia en España
El franquismo fue un régimen político que descansaba sobre todo en el apoyo del ejército. Desde sus mismos orígenes, un levantamiento encabezado por sectores de la milicia hasta la presencia de militares en el primer plano del poder durante muchos años, este grupo social era la reserva de Franco. Cuando el dictador declina físicamente se plantea la necesidad de organizar un sistema institucional que le sobreviviese e hiciese posible el franquismo sin Franco. Se solía decir “después de Franco, las Instituciones”, pero no era real; el sistema se articulaba en torno a la persona del “Generalísimo” que centralizaba es su persona todos los poderes y su falta difícilmente podía suplirse. Por lo demás la situación económica y social del país había cambiado en extremo, en buena parte debido al entorno y en parte al propio éxito de las políticas económicas emprendidas a partir del Plan de Estabilización de 1959. El entorno internacional tampoco era propicio a la supervivencia de una dictadura en el sur del continente europeo donde la Comunidad Económica Europea se perfilaba como una potencia económica que no admitía en su seno dictaduras.
A pesar de todo ello no era fácil la transición pues si bien era deseado el establecimiento de una democracia por la mayor parte de la población el aparato de estado estaba controlado por personas procedentes del franquismo, muchos de ellos hostiles a un cambio democrático.
La muerte de Franco situó en primer plano del protagonismo político a un rey, que apostó por la democratización y tuvo el apoyo de políticos del interior del estado que secundaron sus intenciones. También hubo un sector del estado y de la sociedad que quería eternizar el franquismo y se oponía a los cambios. La circunstancias tampoco eran fáciles, la crisis económica de 1973 complicaba la situación y el terrorismo golpeando fuertemente contribuía a exacerbar los ánimos de las fuerzas del orden y de los militares.
Los militares habían sido formados en la academias militares franquistas donde se les había inculcado la idea de que eran el último baluarte en la defensa de las esencias patrias y que su misión era velar para impedir transformaciones dañinas para España. El comunismo o las amenazas a la unidad de la Patria que suponían los nacionalismos periféricos eran considerados motivos para que sectores del ejército considerasen que debía dar un golpe de timón, si era necesario derribando al poder civil y sustituyéndolo por otro, preferentemente militar.
Los políticos de la transición siempre tuvieron que contar con la posibilidad de un golpe de estado protagonizado por militares, era lo que en la época se llamaba “ruido de sables”. La situación fue difícil e incluso pudo haber truncado el proceso democrático, el ejemplo más claro fue el intento de golpe del 23 F ( 23 de febrero de 1981) cuando Tejero toma el Congreso de los Diputados con el gobierno en pleno dentro debatiendo la investidura del nuevo presidente Leopoldo Calvo Sotelo. El mismo Tejero había sido sorprendido intentando un golpe antes, la “operación Galaxia” y juzgado por ella con un trato benévolo. Todavía hoy se desconoce la profundidad que había alcanzado la trama o tramas golpistas que afloraron en aquel 23 F. Los juicios posteriores no profundizaron en el juicio de la “trama civil” ni entraron en profundidad en todos los contactos que podía haber establecido los golpistas, quizás la naciente democracia no hubiese soportado la profundización. En una conversación con la periodista Victoria Prego recogida en su libro “Presidentes”, Calvo Sotelo cuenta como tuvo que acotar el número de personas para no implicar a muchísimas.
Pero las intentonas golpistas no acabaron con el 23 F, Muy cerca de las elecciones de 1982, que acabarían llevando al poder al PSOE, el 2 de Octubre agentes del servicio de inteligencia (el CESID) detienen a Luis Muñoz Gutiérrez y Jesús Crespo Cuspinera, coroneles , y al teniente coronel José Crespo Cuspinera, hermano del anterior, como responsables de una intentona golpista prevista para el día 27 de Octubre. Se les acusa de preparar la operación “Cervantes”, un golpe de estado que pretendía ocupar la residencia del Rey, la del presidente, el ministerio del interior, los cuarteles generales de los tres ejércitos, las comunicaciones, TVE... hacerse con la capitanias generales. También el tratamiento que se le dio tanto por parte del gobierno saliente de Calvo Sotelo como del entrante de Felipe González fue muy discreto.
Muchos militares simpatizaron, o por lo menos no veían tan grave la actuación de Tejero y Felipe González tendrá que afrontar algunos problemas por esos temas. Pocos días después de acceder a la presidencia, el doce de diciembre, había accedido el día 2, su recién nombrado ministro de defensa, Narcís Serra, le comunica que el Consejo Supremo de Justicia Militar tenía en el orden del día la decisión de poner en libertar a los implicados en el 23 F, incluso preveían nueve votos a favor, de los doce. Serra por orden de Felipe está dispuesto a disolver el Consejo si ese asunto figura en el orden del día. La explicación que le pretenden dar a Serra es que no ha habido muertes, son unos caballeros, es un gesto de amistad, vienen las navidades... Al fin la postura del gobierno hace que ese asunto se borre del orden del día. Una cosa es no extender la investigación, otra muy distinta que saliesen en libertad los imputados.
También era frecuente que cargos importantes del ejército hiciesen declaraciones de contenido político pretendiendo enmendar la plano a los poderes civiles. Un ejemplo lo tenemos en unas declaraciones que hace el general Fernando Soteras, capitan general de la VII Región Militar, publicadas en Interviú en septiembre de 1983. Justifica el 23 F y pide el indulto para los implicados. El gobierno de Felipe González no entra en polémica, lo cesa y nombra un nuevo capitán general.
Incluso en el año 1985 vuelven los servicios de información a desmantelar otro golpe contra los representantes del estado. Se trata de un atentado contra el desfile que el día de las fuerzas armadas se iba a celebrar en La Coruña el 2 de junio de ese año. Previsiblemente se encontrarían ese día en la tribuna los Reyes, el Príncipe de Asturias, el Presidente del Gobierno y otros altos cargos. Felipe González insiste en que no era conveniente alarmar al país ni a los miembros de la Unión Europea que en aquellos momentos estaban a punto de firmar el acuerdo de ingreso con España y que podía paralizarlo.
Como vemos hasta la entrada de España en la Unión Europea la amenaza de un golpe militar estuvo presente y los distintos gobiernos tuvieron que preocuparse de adelantarse a sus intenciones y detenerlos antes de que se produjesen. El militarismo que procedía del siglo XIX tuvo gran protagonismo en los momentos de la transición.El peso de los militares en la transición a la democracia en España
El franquismo fue régimen político que descansaba sobre todo en el apoyo militar. Desde sus mismos orígenes, un levantamiento encabezado por sectores del ejército hasta la presencia de militares en el primer plano del poder durante muchos años, los militares eran la reserva de Franco. Cuando el dictador declina físicamente se plantea la necesidad de organizar un sistema institucional que le sobreviviese e hiciese posible el franquismo sin Franco. Se solía decir “después de Franco, las Instituciones”, pero no era real; el sistema se articulaba en torno a la persona del “Generalísimo” que centralizaba es su persona todos los poderes y su falta difícilmente podía suplirse. Por lo demás la situación económica y social del país había cambiado en extremo, en buena parta debido al entorno y en parte al propio éxito de las políticas económicas emprendidas a partir del Plan de Estabilización de 1959. El entorno internacional tampoco era propicio a la supervivencia de una dictadura en el sur del continente europeo donde la Comunidad Económica Europea se perfilaba como una potencia económica que no admitía en su seno dictaduras.
A pesar de todo ello no era fácil la transición pues si bien era deseado el establecimiento de una democracia por la mayor parte de la población el aparato de estado estaba controlado por personas procedentes del franquismo, muchos de ellos hostiles a un cambio democrático.
La muerte de Franco situó en primer plano del protagonismo político a un rey, que apostó por la democratización y tuvo el apoyo de políticos del interior del estado que secundaron sus intenciones. También hubo un sector del estado y de la sociedad que quería eternizar el franquismo y se oponía a los cambios. La circunstancias tampoco eran fáciles, la crisis económica de 1973 complicaba la situación y el terrorismo golpeando fuertemente contribuía a exacerbar los ánimos de las fuerzas del orden y de los militares.
Los militares habían sido formados en la academias militares franquistas donde se les había inculcado la idea de que eran el último baluarte en la defensa de las esencias patrias y que su misión era velar para impedir transformaciones dañinas para España. El comunismo o las amenazas a la unidad de la Patria que suponían los nacionalismos periféricos eran considerados motivos para que sectores del ejército considerasen que debía dar un golpe de timón, si era necesario derribando al poder civil y sustituyéndolo por otro, preferentemente militar.
Los políticos de la transición siempre tuvieron que contar con la posibilidad de un golpe de estado protagonizado por militares, era lo que en la época se llamaba “ruido de sables”. La situación fue difícil e incluso pudo haber truncado el proceso democrático, el ejemplo más claro fue el intento de golpe del 23 F ( 23 de febrero de 1981) cuando Tejero toma el Congreso de los Diputados con el gobierno en pleno dentro debatiendo la investidura del nuevo presidente Leopoldo Calvo Sotelo. El mismo Tejero había sido sorprendido intentando un golpe antes, la “operación Galaxia” y juzgado por ella con un trato benévolo. Todavía hoy se desconoce la profundidad que había alcanzado la trama o tramas golpistas que afloraron en aquel 23 F. Los juicios posteriores no profundizaron en el juicio de la “trama civil” ni entraron en profundidad en todos los contactos que podía haber establecido los golpistas, quizás la naciente democracia no hubiese soportado la profundización. En una conversación con la periodista Victoria Prego recogida en su libro “Presidentes”, Calvo Sotelo cuenta como tuvo que acotar el número de personas para no implicar a muchísimas.
Pero las intentonas golpistas no acabaron con el 23 F, Muy cerca de las elecciones de 1982, que acabarían llevando al poder al PSOE, el 2 de Octubre agentes del servicio de inteligencia (el CESID) detienen a Luis Muñoz Gutiérrez y Jesús Crespo Cuspinera, coroneles , y al teniente coronel José Crespo Cuspinera, hermano del anterior, como responsables de una intentona golpista prevista para el día 27 de Octubre. Se les acusa de preparar la operación “Cervantes”, un golpe de estado que pretendía ocupar la residencia del Rey, la del presidente, el ministerio del interior, los cuarteles generales de los tres ejércitos, las comunicaciones, TVE... hacerse con la capitanias generales. También el tratamiento que se le dio tanto por parte del gobierno saliente de Calvo Sotelo como del entrante de Felipe González fue muy discreto.
Muchos militares simpatizaron, o por lo menos no veían tan grave la actuación de Tejero y Felipe González tendrá que afrontar algunos problemas por esos temas. Pocos días después de acceder a la presidencia, el doce de diciembre, había accedido el día 2, su recién nombrado ministro de defensa, Narcís Serra, le comunica que el Consejo Supremo de Justicia Militar tenía en el orden del día la decisión de poner en libertar a los implicados en el 23 F, incluso preveían nueve votos a favor, de los doce. Serra por orden de Felipe está dispuesto a disolver el Consejo si ese asunto figura en el orden del día. La explicación que le pretenden dar a Serra es que no ha habido muertes, son unos caballeros, es un gesto de amistad, vienen las navidades... Al fin la postura del gobierno hace que ese asunto se borre del orden del día. Una cosa es no extender la investigación, otra muy distinta que saliesen en libertad los imputados.
También era frecuente que cargos importantes del ejército hiciesen declaraciones de contenido político pretendiendo enmendar la plano a los poderes civiles. Un ejemplo lo tenemos en unas declaraciones que hace el general Fernando Soteras, capitan general de la VII Región Militar, publicadas en Interviú en septiembre de 1983. Justifica el 23 F y pide el indulto para los implicados. El gobierno de Felipe González no entra en polémica, lo cesa y nombra un nuevo capitán general.
Incluso en el año 1985 vuelven los servicios de información a desmantelar otro golpe contra los representantes del estado. Se trata de un atentado contra el desfile que el día de las fuerzas armadas se iba a celebrar en La Coruña el 2 de junio de ese año. Previsiblemente se encontrarían ese día en la tribuna los Reyes, el Príncipe de Asturias, el Presidente del Gobierno y otros altos cargos. Felipe González insiste en que no era conveniente alarmar al país ni a los miembros de la Unión Europea que en aquellos momentos estaban a punto de firmar el acuerdo de ingreso con España y que podía paralizarlo.
Como vemos hasta la entrada de España en la Unión Europea la amenaza de un golpe militar estuvo presente y los distintos gobiernos tuvieron que preocuparse de adelantarse a sus intenciones y detenerlos antes de que se produjesen. El militarismo que procedía del siglo XIX tuvo gran protagonismo en los momentos de la transición.

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