domingo, 20 de enero de 2013

Al servicio de la Restauración: el duque de Sesto














La imágenes correspondel al Duque de Sesto con Alfonso XII y a su bella esposa Sofía Trubetzkoy, protagonistas de esta entrada.

UNA FRASE Y UNA COPLA



Una frase y una copla quedaron para la posteridad sobre el duque de Sesto: José Isidro Osorio y Silva-Bazán, conocido como Pepe Osorio o Pepe Alcañices,  que vivió entre el 4 de abril de 1825 y el 30 de diciembre de 1909.
La frase pronunciada por Isabel II es:
“Alfonso, dale la mano a Pepe, que ha conseguido por fin hacerte Rey”.
La coplilla que circulaba por Madrid años antes:
“¿Cuatro duros por mear?

¡Caramba que caro es esto!

¿Cuanto lleva por cagar

el señor duque de Sesto?”
Ambas hacen referencia a José Osorio, marqués de Alcañices y Duque de Sesto.
Es un personaje clave en la Restauración que no suele mencionarse en los libros escolares, eclipsado por Cánovas. Sin embargo es muy activo e interesante y contribuyó como pocos al regreso de Alfonso XII.
Nacido en Madrid, en el seno de una familia de la nobleza,  llegó a acumular en su persona dieciséis títulos nobiliarios y cuatro grandezas de España. Destaca su interés por la esgrima y la hípica.

ALCALDE DE MADRID

Entres sus múltiples actividades, además de gobernador, fue un excelente alcalde de Madrid, nombrado por O´Donell, entre 1857 y 1864. Si suele decirse que el mejor alcalde fue Carlos III, no queda atrás el duque de Sesto. Intentó acabar las sucias costumbres de su época y convertir la capital en una ciudad moderna. Creo casas de socorro, realizó un inventario fotográfico de las fuentes e intentó hacerlo de Iglesias, palacios… y lo que viene al caso creó urinarios públicos intentando que los madrileños dejasen de hacer sus necesidades en la vía pública. Para ello decrtetó imponer una multa de cuatro duros (20 pesetas) por orinar en la calle. Esta es la razón de la copla. Como se ve los madrileños protestan cuando se les intenta adecentar su ciudad.

ARTÍFICE DE LA RESTAURACIÓN

Cuando se estaba preparando la que será revolución de 1868 avisó a la Reina. Con la familia real expulsada fue su principal sostén en el exilio. 

Era preceptor del heredero Alfonso y durante el sexenio revolucionario puso su fortuna al servicio de la causa borbónica sustentado a la familia real en Paris y en Suiza. Contribuyó a ello también su esposa Sofía Trubetzkoy , noble rusa que se decía era hija del zar Nicolás I de Rusia.
También continuó encargandose de los estudios del príncipe Alfonso en los colegios de París, Viena y por último en la academia militar de Sandhurst,  desde donde saldría el manifiesto del mismo nombre, redactado por Cánovas, en el que Alfonso se propone como rey a los españoles.
Pero no solamente fue el sostén económico de la familia real, sino que en colaboración con Cánovas contribuyó a conseguir la abdicación de la desprestigiada Isabel II en su hijo Alfonso facilitando el retorno de la dinastía. Muestra del papel que desempeño en convencer a la Reina de la necesidad y conveniencia de la abdicación. Esta es la razón de la frase: “Alfonso, dale la mano a Pepe, que ha conseguido por fin hacerte Rey”.

No sólo es importante en la abdicación, también lo es su papel en Madrid aislando a Amadeo I y preparando el regreso del fututo Alfonso XII. Su palacio madrileño era lugar de reunión de los alfonsinos. Era constante en su casa el encuentro de personalidades partidarias de los borbones. Su mujer, Sofía Trubetzkoy, era el alma de las tertulias y la organizadora de actos proborbónicos como un desplante, conocid como la rebelión de las mantillas,  de la alta sociedad madrileña a la esposa de Amadeo, Maria Vitoria della Cisterna.
Viajaban con frecuencia a París para informar a la Isabel II de la marcha de su causa y a Viena para estar en contacto con su hijo.

SUS ÚLTIMOS AÑOS

 Su contribución económica a la causa de la Restauración borbónica parece ser que les llevo a tener que vender muchas de sus propiedades.
No fueron bien recompensados por la Corona después de la Restauración, sobre todo a la muerte de Alfonso XII, ya que no tenía el duque buenas relaciones con la reina regente, María Cristina de Habsburgo-Lorena, que llego a exigirles cuentas por algunas partidas de ayuda que había recibido en los últimos años procedentes del presupuesto. Muy digno el duque se desprendió de más propiedades para devolver lo recibido.

Dedicó sus últimos años a numerosas actividades: negocios, actividades, viajes por Europa, destaca entre ellas su presidencia de la comisión organizadora de la participación de España en la exposición de Paris  de 1896
 
 

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