domingo, 8 de febrero de 2009

Narváez, creación de la Guardia Civil




En la complicada historia del siglo XIX español, la inseguridad en los campos era una constante. En las ciudades, mal que bien el orden se mantenía pero en los campos volvieron a campar a sus anchas cuadrillas de bandoleros que dificultaban la comunicaciones y ponía a los viajeros en peligro. La desamortización había desarraigado a muchos campesinos de sus tierras, y lo continuas guerras habían acostumbrado a formar partidas que mezclaban la orientación ideológica antifrancesa, carlista, liberal o la que fuese con el bandolerismo.
Acabada la primera guerra carlista, instalados en el poder los moderados se imponía la pacificación para que el desarrollo económico pudiese arraigar en el país y el comercio prosperase sin dificultades. Es ese contexto aparece la Guardia Civil. En el año de 1844, bajo el gobierno de González Bravo se proponen unos primeros decretos que no acabaron de concretarse. La idea consistía en un cuerpo que tuviese una doble dependencia: civil y militar. Cuando el general Narváez asume el poder ese mismo año, en el inicio de lo que conocemos como “década moderada” retoma la idea y encarga su organización al Duque de Ahumada. El 13 de mayo se publica un decreto que es que verdaderamente crea la Guardia Civil.
Este cuerpo muy eficaz se caracterizó desde el primer momento por su disciplina y obediencia. Una anécdota con el mismo Narváez nos puede servir de ejemplo. Este enérgico gobernante se caracterizaba por sus arrebatos de cólera en cuanto se le contrariaba y por reconocer sus errores más tarde rectificándolos. Siendo Jefe de Gobierno viajaba en carruaje hacia el teatro,es detenido por un guardia civil situándose delante de los caballos porque había recibido la orden de que no se podía transitar por aquella calle. Narváez como un energúmeno lo increpa, le amenaza, le toma el nombre y al día siguiente llama al Duque de Ahumada conminándolo a trasladar inmediatamente al osado que le ha cerrado el paso. El Duque, persona más tranquila, pone su bastón de mando encima de la mesa negándose a ordenar el traslado ya que el guardia sólo ha cumplido órdenes y presentando la dimisión para que sea su sustituto el que ordene el traslado.
Narváez reflexionando y cambiando de actitud le dice al Duque que recoja ese bastón de mando que nadie puede llevar más dignamente y a le vez dándole un cigarro puro le pide que se lo regale al guardia.

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