sábado, 11 de octubre de 2008

La desafortunada vida de Juana la Loca



Ejemplo de vida desgraciada es la de esta mujer, hija de reyes, reina ella misma, tenida por loca y encerrada la mayor parte de su vida en duras condiciones.

Nace Juana en Toledo el 6 de noviembre de 1479 como tercera de los hijos de los Reyes Católicos. Educada en la Corte recibe la educación propia de una infanta castellana: música, buenas maneras, urbanidad, y sobre todo religiosidad profunda. Añadamos en su caso el latín impartido por la que había sido preceptora de su madre, Beatriz Galindo “la Latina”.

A la hora de casarse no fue su suerte distinta a la de muchas princesas de su tiempo, su destino era ser pieza de intercambio en la estrategia política de los reyes. No le faltaron pretendientes, pudo haber sido reina consorte ya que se consideró su matrimonio con el heredero del trono francés y fue pedida en matrimonio por Jacobo IV rey de Escocia. Su ambicioso padre utiliza a sus hijos para trabar una alianza y reforzar su posición aislando al rival en la escena internacional: Francia.

En esa estrategia a ella le toca en suerte el casamiento con el hijo de Maximiliano de Austria, Felipe. Es un joven apuesto según los cánones de la época y lo que fue un matrimonio de estado se convierte para ella en un amor profundo. Tampoco Juana es fea y es correspondida en su pasión amatoria por el marido. Funciona la atracción física mutua. Las cosas marchan bien, van naciendo los primeros hijos.

Tiene Juana que adaptarse a costumbres distintas en las que fue educada, el ambiente religioso es muy distinto a aquel en el que fue educada. La Corte en la que ahora vive mucho mas abierta, festiva, permisiva. No conoce el idioma y siente el rechazo de parte de los cortesanos. No es fácil para ella adaptarse. Se empieza a torcer su vida cuando siente horribles celos por las aventuras galantes de su marido, habituales en el momento, pero que ella no consigue sobrellevar. Sufre enormemente y su conducta no es adecuada a la convenciones, llegando a intentar agredir a una de las amantes de Felipe. Su inadaptación le acarrea la fama de loca, incluso se piensa en internarla en un convento; no llega a hacerse por el peso que tienen sus padres.


La muerte del principe don Juan, la de la primogénita, llamada como su madre Isabel en 1498 y la del hijo de ésta el príncipe don Miguel en 1500 colocan a Juana en primera línea sucesoria de sus padres,los Reyes Católicos.


Felipe no es el yerno ideal para los Reyes Católicos, Isabel en su testamento intenta apartarlo del trono de Castilla, indicando que en el caso de que Juana no se encuentre en Castilla, o encontrandose en ella no pueda gobernar, se confiará la regencia a Fernando hasta que el infante Carlos (el futuro Carlos I) cumpla veinte años.


A la muerte de su madre en 1504, Isabel la Católica, Fernando la hace nombrar reina y se apresura a hacerse nombrar gobernador. Ahora Juana se ve atrapada entre la ambición de su padre y la de su marido, que aspira también a ejercer de rey y tiene planes muy distintos de los de Fernando. La pareja se presenta en Castilla y tuerce las ambición de Fernando.


Felipe se apoya en parte de la nobleza castellana que quiere librarse del Rey Católico. Los nobles están viendo el momento oportuno para un cambio. Fernando pierde la partida y se retira a su reino de Aragón. Empieza para él una nueva aventura que pudo haber cambiado la historia de España, pero eso es otra historia.


El triunfo de Felipe es efímero, en 1506 muere súbitamente. Podría Juana haber recobrado el mando y ejercer de reina, pero la muerte de su marido parece haberla vuelto a transtornar. Se niega a abandonar el cadáver pensando en que puede volver a levantarse, se niega a cambiarse de ropa y organiza un traslado de Burgos hacia Granada para cumplir la voluntad de Felipe de ser enterrado allí. Felipe había manifestado la voluntad de ser enterrado en Granada, a excepción de su corazón que quería que fuese enviado a Flandes.


El cadáver, embalsamado por los servidores flamencos, había sido sepultado en la Cartuja de Miraflores; la Reina se empeña en cumplir sus deseo e insiste en desenterrarlo, a pesar de la oposición de sus consejeros y de los clérigos los desentierra el veinte de diciembre. Hace abrir el féretro y llama a los embajadores presentes para que lo reconozcan. Luego organiza un extraño cortejo fúnebre colocando el ataúd, recubierto de seda y oro, en un carruaje tirado por cuatro caballos y acompañado por nobles, clérigos, soldados y sirvientes; viajando al atardecer y de noche a la luz de antorchas resonando los cánticos fúnebres. La reina que está embarazada, sigue a su marido muerto en todo momento. Por la noche hacen alto en los pueblos por donde pasan y dispone de fuerte guardia para que no roben el cadáver. No permite que lo visiten mujeres, sigue teniendo celos después de muerto el marido.

De camino, la Reina embarazada da a luz en Torquemada a la última de sus hijas: Catalina. Después del obligado parón el viaje continúa y se produce algo si cabe todavía más chocante. La reina ordena un alto en pleno campo en un convento. Al enterarse que era de monjas hace que trasladen el cadáver de noche a pleno campo y allí, de noche, a la luz de hachones ordena a unos artesanos que abran la caja de madera y la de plomo donde estaba el cuerpo para comprobar que no lo habían robado. Después de que los nobles que la acompañan reconozcan el cadáver ordena trasladarlo al cercano pueblo de Hornillos. A partir de este momento es cuando las gentes comienzan a llamarla “la Loca”.

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